En 1867 nacía en Almería la incansable periodista y luchadora Carmen de Burgos, conocida como Colombine. Desde la capital y provincia se trasladó a Madrid tras un fracasado matrimonio y la muerte de uno de sus hijos. Allí estudiará Magisterio superior por lo que trabajará en Guadalajara hasta 1907. Su ingente obra comienza allí con la publicación de una colección de coplas populares bajo el nombre de Notas del Alma.
En su mundo entran Juan Ramón Jiménez y los poetas Andrés González y Enrique Díaz, además de Ramón Gómez de la Serna con quien entablará gran amistad. Su labor a partir de entonces se centra en defender sus ideas sobre el papel de la mujer y de algunos sectores de la población marginados.
Sus intervenciones en la prensa nacional no tienen freno. Publica sus artículos en Diario Universal, Heraldo de Madrid, La Correspondencia de España, El País o revistas como Nuevo Mundo, La Esfera o Prometeo.
Su trabajo literario lo centra en exponer las experiencias particulares que obtiene por el mundo en los sucesivos viajes que realiza por Europa. Así escribió Cartas sin destinatario y Peregrinaciones.
Otro viaje, pero en esta ocasión como corresponsal, fue el que hizo a Melilla durante la guerra en 1909. Fue la primera mujer que cubrió ese puesto. Destacado también era su papel como líder, ofrecía conferencias bajo títulos tan atractivos en la época como Misión social de la mujer o Qué es el feminismo, o La Mujer ante el derecho, ésta última en La Sorbona parisina. Sus argumentos los apoyaba con sus propios libros El divorcio en España y La mujer moderna y sus derechos.
Como poeta llegó a influenciar a Federico García Lorca con su obra Puñal de Claveles. Destacó por su lenguaje sencillo y la descripción de sus personajes.
ENTREVISTA DE LA ESCRITORA A "LA NIÑA DE LOS PEINES"
La grandeza de aquella joven belleza, “chata y de pómulos salientes”, que se conoció como La Niña de los Peines residía en su mirada, una mirada en el vacío que se inhibe de la sala llena, una introspección que ahonda en su corazón lleno de pena y dolor. Las largas pausas del cante, apartes que se cubren con los solos de guitarra, dejan en su expresión el lamento figurado
de un alma atormentada. El grito desgarrado con que comienza su voz, esas cadencias caprichosas que se resuelven en el ritmo que imponen las palmas, las guitarras y los pies, el fraseo que usa las palabras para ocultar su amargura, son en realidad pautas del arte que por algo llaman jondo.Lo más interesante de esta interviú es ese análisis descriptivo que Colombine hace de la Niña, que su madre llama Pastora. Su timidez le hace contestar a las preguntas con leves movimientos afirmativos de cabeza. Es su madre la que responde profusamente. Un tandem que nos muestra otra manera de sumisión. Preguntas escuetas contestadas escuetamente.
–¿Es de Andalucía?
–Del propio Sevilla –me contesta la madre– y criada en uno
de los barrios castizos, hasta los once que nos vinimos a
Madrid para ver a una tía.
–¿Desde cuando empezó a cantar?
–Dende entonces... En el café Brillante de la calle Montera.
Como siempre o casi siempre empujada por la necesidad.
–¿Ha estado en el extranjero?
–¡Ya lo creo! En Santander, París, San Sebastián y Berlín
(lo que no sea Sevilla, Málaga o Madrid, extranjero. Sevilla
donde nació su hija, Málaga donde está su amor y Madrid
donde canta).
–He ido a impresionar gramófonos; pero no he trabajado
más que en España.
Es la primera intervención de Pastora Pavón y Colombine quiere aprovechar pidiéndole alguna historieta de su vida. La madre interrumpe para desviar la pregunta:
“¡Nada, nada! Lo que usted quiere saber es los artistas que
le gustan; Chacón, Montolla Habichuela...”. Carmen quiere
cortarla y la madre aprovecha para indicarle que diga que
es “muy buena y generosa”, y a otra pregunta, dice que las
coplas que más le gustan son “las que ella arregla o improvisa”
y da ejemplos de tango, petenera, malagueña...
–¿Por qué la llaman la Niña de los Peines?
–Por una copla que cantaba cuando empezó; pero ni una ni
otra, ni madre ni hija la recuerdan.
Como ellas no la dan, ahí va la primera estrofa:
Péinate tú con mis peines
Que mis peines son de azúcar,
Quien con mis peines se peina
Hasta los deos se chupa.
Pastora parece triste y cuando le pregunta por qué, una tercera mujer que está presente saca un retrato y dice: “Por mor de éste”. Pastora le quita el retrato, lo abraza, lo besa reiteradas veces. Aquella escena parece “un milagro de expresión,de pasión desgarradora y profunda”; y la voz de aquella Niña, años después, sonó a García Lorca “voz de sombra, voz con cubierta de musgo, voz de estaño fundido”