"EL CANTE ES UN LLANTO, UNA GUERRA, UNA EXPRESIÓN DE UN PUEBLO"
UN LIBRO ABIERTO ES UN CEREBRO QUE HABLA; CERRADO UN AMIGO QUE ESPERA; OLVIDADO, UN ALMA QUE PERDONA; DESTRUIDO,UN CORAZÓN QUE LLORA.
lunes, 3 de mayo de 2010
"RUIDO" mucho " RUIDO"
Eso, es lo que se oirá mañana en la sala Caracol de Madrid donde José Mercé presenta en directo su decimoséptimo álbum " Ruido"“reto apasionante por abarcar todas las formas del cante”, donde vuelve sobre los versos de Miguel Hernández.
José Manuel Caballero Bonald indaga en las esencias de un artista que se mueve siempre más allá del aplauso.
De las recreaciones del flamenco.
Hay una vertiente del flamenco que entronca con la gran tradición gitano-andaluza del XIX, traspasa la voluble expansión artística del XX y llega hasta lo que podría llamarse la situación límite actual. No es desde luego la única dirección posible, pero sí la más significativa. Me refiero a la formulación del cante como una creación personal, a esa legítima tendencia a enriquecer el legado clásico con nuevas aportaciones expresivas, una actitud que saltó hace ya siglo y medio del anonimato de unas pocas casas gitanas bajoandaluzas a la incierta aventura de los teatros. En esa línea cabría situar la copiosa apropiación por parte del flamenco de muy diversos aires extraflamencos, adaptándolos a las básicas exigencias musicales propias del cante.
A esa estirpe de creadores flamencos pertenecen, por ejemplo, Manuel Torre, la Niña de los Peines, Antonio Mairena, Enrique Morente, Juan Peña el Lebrijano... Y, por supuesto, José Mercé. Todos ellos entendieron -o continúan entendiendo- que el arte, incluido naturalmente el popular, tiende a avanzar de acuerdo con una permanente renovación artística. Escapar de esa presunta impureza, conduciría sin remedio al estatismo, a la inercia, a la inoperancia. Cada uno de esos intérpretes crearon a su manera formas nuevas del cante sin olvidar en ningún momento sus cánones expresivos esenciales.
La actitud de José Mercé es arquetípica en este sentido. Bebió desde niño en las fuentes primarias del flamenco, y en el eco de su cante apunta “la raíz del grito” de las grandes casas flamencas del jerezanao barrio de Santiago. Pero ese aprendizaje colisionó un día -por así decirlo- con lo que viene tildándose de “fusión”, o de alianza del flamenco con modos generalmente ajenos al flamenco. No entiendo mucho de esas mezclas, aunque las doy por legítimas. José Mercé aceptó el riesgo de contaminación, sin soslayar nunca ni el ritmo ni el tono de los nutrientes musicales del cante. Alternó su magnífico, impecable conocimiento gitano-andaluz con ciertas reelaboraciones discutibles. ¿Se trata de una herencia enriquecida, como hicieron siempre los grandes cantaores, o de una desviación circunstancial? No lo sé, pero lo que tengo por seguro es que José Mercé, con independencia de su repertorio temático, nunca dejará de ser uno de los grandes forjadores contemporáneos del flamenco. José Manuel Caballero Bonald
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