Juan Ramírez Sarabia, conocido artísticamente como Chano Lobato, falleció anoche en su casa de la calle del Ganso de Sevilla. Maestro del compás, era el mejor intérprete vivo de los cantes de Cádiz y es que no en vano nació en 1927 en el barrio de Santa María, una de las mecas flamencas de Andalucía, junto a Santiago y San Miguel en Jerez, la Alameda en Sevilla, Alcalá y Lebrija. Su esposa, la bailaora Rosario Peña, confirmó anoche su muerte, al igual que su amiga Matilde Coral, con quien en los últimos tiempos compartió programa en Canal Sur Radio. La capilla ardiente del cantaor gaditano quedará instalada en el tanatorio de la SE-30. Chano Lobato padecía desde hace años problemas de salud debido a su diabetes, lo que no le impidió seguir cantando, y bastante bien, pero desde hace dos meses estaba encamado y el pasado fin de semana ya entró en un estado de inconsciencia.
Antonio Benítez, que lo representó en sus últimos años, lamentó su pérdida y resaltó su importancia como memoria de Cádiz. Y es que con Chano Lobato muere el mejor cantaor vivo de los cantes de esta ciudad, aquellos mismos que se forjaron en su barrio y que consolidaría Enrique El Mellizo entre finales del siglo XIX y principios del XX. Chano Lobato no conoció al autor de la célebre malagueña ni pudo oírlo porque no dejó grabación alguna, pero sí aprendió de uno de sus herederos, Aurelio Sellés, maestro de alegrías, cantiñas, bulerías de Cádiz y gran seguiriyero. Chano aprendió a cantar en la Tienda del Matadero, donde solían actuar nombres míticos de Cádiz, caso de José El Morcilla, nieto de El Mellizo; Tía Luisa, la Butrón; Ignacio Espeleta, y el padre de Caracol, conocido como Caracol el del Bulto. Cuando a los 15 años fallece su padre en un accidente de automóvil en Vejer, Chano Lobato se busca la vida cantando en los colmados de su ciudad y frecuenta la Venta de la Palma. Aquellos años fueron, sin duda, los peores: se ganaba poco, y muchas veces no se pagaba. Fue cuatro años después cuando tuvo su primera oportunidad: marchó a Madrid con la compañía de Pepe Blanco y Carmen Morrell, pero con los años regresó a Cádiz y estuvo trabajando en la Fábrica de Tabacos.
En más de una ocasión había comentado que fue su esposa Rosario quien le salvó entonces la vida, ya que lo sacó de los ambientes nocturnos y flamencos de Cádiz, del mucho beber y poco comer, de juergas y bailes, y se lo llevó a Sevilla. En la capital hispalense fue contratado por Rafael El Negro en el Patio Andaluz, antiguo Pasaje del Duque.Fue durante estos años cuando se formó el Chano cantaor de atrás, un especialista en cantar para el baile, un espacio muy poco lucido, pero sin duda la mejor escuela para manejar el compás. En Madrid actuó en El Duende y Arcos de Chuchilleros, pero pronto se enroló en la compañía de Antonio el Bailarín, con quien estuvo 20 años recorriendo buena parte del mundo. Posteriormente, cantaría para Matilde CoralNo fue hasta 1974 cuando Chano Lobato obtuvo un reconocimiento como cantaor solitario. Fue en Córdoba, ciudad que le otorgó el premio Enrique el Mellizo. A partir de entonces comenzó lo más puro de su carrera artística. Manejó todos los tipos de cantes, y comenzaron a llegarle los reconocimientos. En 1986 recibió la Insignia de Oro de Morón de la Frontera; en 1996, la Medalla de Andalucía, y tres años más tarde, la de la Provincia de Cádiz.Entre sus discos más destacados, se encuentran Nuez Moscada y Azúcar Cande, que son los más personales. Hace diez años, se reeditó un conjunto de grabaciones en un álbum doble. Los periodistas Juan Manuel Marqués y Juan José Téllez escribieron su biografía, titulada Memorias de Cádiz.
inmemoriam
Chano Lobato cuenta la historia del tirititran en el Colegio San Juan Evangelista de Madrid, Festival de Tarantos 2007
DESCANSE EN PAZ
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