El pequeño bebé llora y llora, madre, dale de mamar; y el malvado padre está en la taberna, el muy pícaro jugador. El padre jugando a cartas, la madre trabajando. ¡Esto sí que es penoso! Menos mal, mi hermosa flor, que tú alegras esta casa. La-ra-La Beber vino y perder dinero así anda tu padrecito. ¡Amado Dios! ¡Apiádate de nosotros, apiádate de esta madre! Si algún día se enmienda el padre ¡Oh, qué gran gracia sería! ¡Entonces sí que yo te traería zapatitos blancos y nuevos! La-ra-la Con los ojos abiertos, soñando estoy con mucha calma. Tu padre me ha puesto en el puchero tus zapatitos en lugar de carne. ¡Juego maldito, malvado, cochino, miserable! ¿Cuál es tu procedencia? A mi hermoso bien amado tú lo has echado a perder. La-ra-la La pobre madre, de tanto trabajo, está totalmente acabada, sin embargo, el padre no se ha apiadado en absoluto de ella. Ahogándose en llantos, siempre apenada, sin encontrar gozo en ningún sitio. Desde que su madre se fue al cielo ya no hay nadie que le quiera. La-ra-la
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