martes, 10 de junio de 2008

FESTIVAL SUMA FLAMENCA 2008. LA MÚSICA DE LOS ESPEJOS

Luis García Montero y Enrique Morente(Foto Daniel Muñoz)
De poeta a poeta
S.C. Madrid, 9 de junio de 2008
Poeta no es sólo el que escribe poesía. Poeta es también el que la canta... o eso parece cuando quien lo hace es Enrique Morente. Y es que tiene el inaudito poder de hacer que un verso declamado por su autor, en nada se parezca al mismo verso reinventado por su garganta. Sucedió nada más empezar el mano a mano planteado en la tercera entrega del ciclo ‘La música de los espejos’. El poeta Luis García Montero le lanzó unos versos. Y Enrique Morente los transformó en guajiras, en un valiente alarde de improvisación. “No es necesario vivir, navegar es necesario”, pregonó melosamente entre las ramas de los centenarios olivos.
Un poema. Un cante. Un poema. Un cante-poema. Poeta y cantaor se enzarzaron en un diálogo de versos, algunos del pueblo, otros de los poetas que en el pueblo se inspiraron. García Montero recita sobre Granada. Y Morente le devuelve una granaína. Alegato contra lo local, mirada a la Andalucía que fue a la vez vanguardista y tradicional. Que Falla. Que Lorca. Y si hay un cantaor que sepa cómo se siente flamencamente al de Fuente Vaqueros, helo aquí. Por bulerías, fragmentos de La Romería de ‘Yerma’. Y la guitarra de Paquete y el compás de Bandolero dándole alas al cantaor.
Entonces, evocación a Antonio Machado, a su triste muerte en el exilio de Collioure... donde aún yace. Morente se va hasta ‘Despegando’, el rompedor álbum en el que dio una nueva vida a los versos del ‘Yo escucho los cantos’. Aquí el cantaor se sublima y crece y luego se recoge en la ‘Ausencia’. Aunque por mucho estremecimiento, acucia el imprevisto frío de esta primavera. Y el viaje acaba donde empieza, en Madrid, la ciudad a la que el cantaor vino a beber de las viejas fuentes que aquí aún manaban y, a partir de ellas, construir la suya propia. García Montero da el verso. Y Morente, el cante. La malagueña de Chacón, la que nace con el “¡Viva Madrid que es la Corte!”. Pero como este cantaor es tan inquieto, tuvo que recrearla a su manera, haciéndole el cajón una base casi ‘hiphopera’. Sobre esos nuevos raíles caminó su cante, que acabó con el eco lorquiano del “Yo vuelvo por mis alas, dejadme volver”.

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