El último concierto que dio en vida Camarón de la Isla, el más grande cantaor de todos los tiempos, fue el 25 de enero de 1992, en el modesto escenario de un colegio mayor madrileño, situado en la zona de Metropolitano. Le acompañaba como tantas veces Tomatito a la guitarra.
Era ya una leyenda y cobró tres millones de pesetas por pisar un escenario al que fueron y serán habituales otros grandes como José Mercé, José Menese o Carmen Linares. Hoy se conmemoran los 40 años del comienzo del flamenco en el San Juan con un concierto de Enrique Morente y Pepe Habichuela.
No es extraño que Morente sea el responsable de cumplir con la celebración. Él fue el primero que llevó el flamenco al colegio, allá por el curso 1968/1969. Participó en una tertulia en la que Gloria Fuertes leía poemas y él cantaba. Al año siguiente, tres estudiantes: Andrés Raya, Francisco Gutiérrez Carbajo y José Luis Ortiz Nuevo se fueron al tablao Zambra para contratarle.
El siguiente recital, en diciembre del 73, coincidió con el atentado a Carrero Blanco. Morente inició su actuación, pero sólo le dio tiempo de hacer un fandango que les costaría 100.000 pesetas de multa: Pa ese coche funeral / no quiero quitarme el sombrero / pa ese coche funeral / que la persona que va dentro / me ha hecho a mí de pasar / los más terribles momentos.
Ortiz Nuevo, que estudiaba Políticas entonces y llegó a ser director de la Bienal de Sevilla, recuerda que el flamenco y el colegio nacieron juntos. «El San Juan estaba terminándose, convivíamos los estudiantes con las obreros cuando empezó todo». Gutiérrez Carbajo, hoy Decano de Filología de la UNED, evoca los inicios, que tuvieron mucho que ver «con unas reuniones que organizaba Andrés Raya. Los artistas tenían una disposición fantástica, mientras cobraban en Torres Bermejas grandes cantidades, venían al colegio prácticamente por la taquilla».
Así, por el escenario del San Juan han pasado desde los más ortodoxos a los renovadores. Camarón actuó cuatro veces, Paco de Lucía, Rancapino, Vicente Soto Sordera, Eduardo Serrano El Güito, los mencionados Carmen Linares y José Mercé, Vicente Amigo, Víctor Monge Serranito, Fernanda y Bernarda de Utrera, Sara Baras, Manolo Sanlúcar... la lista es interminable.
Y las fotos de los artistas se acumulan en las paredes del despacho de Alejandro Reyes, actual responsable de los ciclos musicales y coleccionista de anécdotas: «A Paco de Lucía no se le pudo poner sonido porque se quería llevar todo el dinero de la recaudación y no había patrocinadores. Tuvo que tocar ante 1.000 personas sin amplificadores, todos callados, colocados alrededor suya en el escenario», recuerda.
Al Colegio Mayor San Juan Evangelista se le conoce hoy como el Johnny. Se lo puso un estudiante inspirado por los grandes conciertos de jazz que se daban en su escenario. Porque después del flamenco llegaron el jazz, el teatro, el cine, las exposiciones... «y siempre a la vanguardia».
«Fuimos los primeros en sacar al flamenco de los tablaos, a donde sólo iban los señoritos, y otorgarle dignidad como actividad cultural». También eran otros tiempos, «era la lucha por la Democracia. Yo he visto en el San Juan a todo el público con el puño en alto cuando José Menese cantaba el Romance de Juan García». Pelearon, de hecho, mucho con la censura.
El espíritu del San Juan Evangelista sigue intacto. Son los estudiantes quienes gestionan los ciclos, venden las entradas, hacen la publicidad y colocan a los espectadores. Ninguno cobra nada, ni siquiera Reyes.
«El encanto del San Juan no radica en que sea bonito o tenga mejor acústica, es la magia que ha ido dejando cada artista que ha pasado por sus tablas. Y de esa tiene mucha», concluye Reyes.
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