martes, 23 de septiembre de 2008

Poetas por la Paz

EL CANTE FLAMENCO
Durante siglos hemos designado como árabe o moro todo aquello que no conocíamos bien o no se terminaba de entender por completo. El Flamenco o Cante Jondo ha sufrido constantemente esta incoherencia, siendo uno de esos temas sobre los que los etnólogos, musicólogos, historiadores y sociólogos nunca se han puesto de acuerdo. Han pretendido hacer descender el flamenco desde la postura que adopta el ave del mismo nombre, hasta la denominación que tenían los acompañantes del rey Carlos I que provenían de los Paises Bajos, pasando por un cante de la etnia gitana, y siempre, sin que entendamos bien como podían relacionar una cosa con otra... haciéndolo venir de los árabes. Pero tuvo que ser el Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, quien nos diera la clave al descubrirnos que la palabra flamenco proviene del árabe "felah mengu" (campesino huido), siendo la expresion de su alegría, dolor o tristeza y constituyendo el grito desgarrado del andaluz sin tierra. Etimológicamente el término "felah mengu" es árabe, pero no así la música flamenca, a la que ciertos historiadores hispano-árabes catalogaron de rons, romi o latini (procedente del latín) y nunca como árabe. No existe la menor duda de la influencia que los elementos musicales islámicos han tenido en la formación del Cante Jondo, pero no son los únicos. Es necesario comenzar a valorar otros elementos como los latinos, la música religiosa judaica, la greco-bizantina, persa, etc. El Flamenco no es, por tanto, una variante de la música árabe, como interesadamente se nos ha pretendido vender, sino una música autóctona del país con un marcado carácter nacional andaluz. En este sentido, es necesario destacar las aclaraciones que Ricardo Molina nos hace en su libro Misterios del Arte Flamenco. (Editoriales Andaluzas Unidas, 1985, pgs. 28-29) "Dentro del terreno un tanto inseguro de nuestros conocimientos del cante flamenco, lo único evidente, y que apenas necesita discusión, es que el fenómeno se inscribe entre coordenadas geográficas precisas. Geográfica y genéticamente hablando, el cante es un fenómeno estrictamente andaluz... El cante flamenco está ligado al terruño con fuerza botánica y de la tierra prende su savia y vigor." Un claro indicio de la actitud que tradicionalmente se ha mostrado hacia lo andaluz lo tenemos al comprobar cómo algunos clérigos musulmanes de los siglos X al XV atacaban y perseguían las lailas, nubas y zambras por considerarlas costumbres de cristianos latinos y no islámicas. Y cómo los conquistadores castellanos hicieron lo mismo por creer que era cosa de muslines. Ninguno de ellos llegó a comprender que, simplemente, esa música, cante y baile era una manifestación de la cultura andaluza. Dentro del incesante ir y venir de cantores y músicos de Andalucía a las cortes cristianas, se inscribe la hipótesis que nos da Antonio Carrillo Alonso en su libro La Poesía Tradicional en el Cante Andaluz (Editoriales Andaluzas Unidas, 1988, pag. 20), cuando llega a la siguiente conclusión: "un número considerable de "letras" del flamenco proviene con mayores o menores modificaciones de primitivas cancioncillas andaluzas, muy conocidas en los ambientes populares de al-Andalus, que siguieron dos caminos paralelos en el tiempo hasta llegar a nosotros: por un lado, se conservaron y fueron transmitiéndose desde tiempo inmemorial en la intimidad de los hogares de Andalucía; por otro, fueron recogidas en los ambientes cortesanos e incluidas más tarde en los grandes cancioneros castellanos..." El Calendario Anónimo Cordobés (siglo IX) y el Calendario de Granada (siglo XIV), además de informarnos de un sinfín de términos (glosas) en nuestra lengua, nos dan una valiosa información sobre la música y costumbres de la población andalusí. Lo primero que salta a la vista es que ambos se basan en el calendario Juliano (romano), lo que confirma la pervivencia de una latinidad cultural en al-Andalus. Quedamos gratamente sorprendidos al comprobar que los andalusíes, tanto si eran musulmanes como cristianos, celebraban la Natividad, Año Nuevo, Reyes, etc., a pesar de la presión ejercida por los maestros de las escuelas coránicas. Es cierto que los primitivos origenes del Flamenco están en las nubas y en el músico oriental Ziryab, pero se les olvida decir que el creador de las nubas era kurdo y educado en Bizancio. Por lo tanto, se hace necesario buscar los origenes en los rawi (narradores o recitadores) que en plazas y mercados cantaban moaxajas, lailas, nubas, zambras y zejeles. En ellas encontramos las bases de las que posteriormente saldran las tonás y todos los demás palos (soleá, seguidilla, fandango, etc.) que forman el cante flamenco. El eslabón entre unas y otras debieron ser las "Canciones de Ciego", las cuales se remontan a las moaxajas y zejeles cantados en las calles y plazas de al-Andalus. Durante siglos, el Cante Jondo y sus poemas orales fueron la principal manifestación artística en la modalidad lingüística andaluza. Tímidamente comienza su recuperación hacia 1780 en la Baja Andalucía. Pero tuvo que llegar el Romanticismo o la satisfacción de un anhelo en forma artística, para redescubrir el cante flamenco. Ese movimiento que durante el siglo XIX busca un mundo distinto, apasionante, remoto en el tiempo y en el espacio, y que despierta un inusitado interés por todo lo popular, valorando las costumbres, cantes, bailes, literatura, etc., en su justa medida, encuentra en el Cante Flamenco un sentido a su búsqueda. Comienza así un proceso de recuperación que, partiendo de la poesía flamenca, tiene tres etapas: - Una primera en la que los folcloristas se limitan a recoger de viva voz los cantes flamencos, dejando constancia de ellos. El escritor más representativo de esta época es Antonio Machado y Álvarez (Demófilo), y su libro "Cantes Flamencos". - Un segundo periodo donde no se limitan a recoger los cantes, sino que se crean exprofeso, imitando las formas populares. El autor más importante de este periodo es José María Gutiérrez de Alba con su antología "El Pueblo Andaluz, sus tipos, costumbres y cantes". - Y un tercer periodo en el que los poetas andaluces ya no imitan la métrica popular (poesía aflamencada), pero sí escriben en la lengua de su pueblo. De este periodo es José María Martínez Álvarez de Sotomayor y su obra "Rudezas, poesías regionales". Entre 1870, fecha en que Demófilo publicó sus "Cantes" y 1913 en que Álvarez de Sotomayor publicó "Mi Terrera", los poetas y folcloristas andaluces lograron crear una tradición literaria andaluza propia e iniciar los primeros estudios sobre nuestra lengua.

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