lunes, 29 de septiembre de 2008

Réquiem por un enamorado del Sacromonte

Fallece a los 71 años en su casa de Sevilla el bailaor que revolucionó el arte jondo.Dio sus primeros pasos de niño bailando para los turistas en Granada.
Quiso la casualidad que la vida de Mario Maya, uno de los grandes del baile flamenco, se apagara mientras se celebra la Bienal de Flamenco de Sevilla. La noticia de su fallecimiento, a los 71 años, tras un cáncer fulminante tiñó de luto el evento, en el que se representa un espectáculo suyo, 'Mujeres', con Merche Esmeralda, Rocío Molina, Diana Navarro y Belén Maya, su hija. La capilla ardiente del bailaor, compositor y coreógrafo se instaló en el Ayuntamiento de la capital hispalense, donde residía, mientras autoridades y compañeros lloran la muerte de quien fuera Medalla de Plata de Andalucía y Premio Nacional de Danza del Ministerio de Cultura en 1992. Mario Maya Fajardo, nacido en Córdoba en 1937, era casi granadino, pues se inició en el mundo del flamenco en el Sacromonte, donde bailaba para los turistas. Recién terminada la Guerra Civil llegó al barrio que tan entrañablemente iría unido a su arte. Aquí se crió y aquí 'mamó' la esencia del flamenco. A los 13 años marchó a Madrid a la búsqueda de los grandes maestros, como Manolo Caracol, y pronto inauguró allí el tablao Zambra. Durante unos años trabajó en el Ballet Español de Pilar López hasta que en 1960 viajó a Nueva York y, fruto del contacto con el teatro internacional, incorporó paulatinamente recursos escénicos y técnicas teatrales a sus coreografías.De vuelta a España formó el Trío Madrid con Carmen Mora y Eduardo Serrano 'El Güito'. Posteriormente organizó el 'Teatro Flamenco Andaluz', cuyos montajes buscaban una nueva estética escénica del espectáculo flamenco. De sus muchos trabajos destacan 'Ceremonial', con texto de Juan de Loxa, de 1974, el primer intento serio de teatro flamenco con danza moderna. Siguió '¿Ay! jondo', de 1977-78, también con textos de de Loxa, un buen proyecto de teatralizar lo jondo sin perder su esencia. Pero el espectáculo que quedó indeleble en la memoria de Granada, y de muchas otras ciudades, fue 'Camelamos naquerar' (Queremos hablar), una danza de arcángeles morenos, con texto de José Heredia Maya, que se convirtió en un espectáculo reivindicativo de la raza gitana, un hito en la historia del teatro andaluz. A partir de su estreno en el curso 1975-76, el flamenco abría nuevos rumbos para su historia escénica. Entre representación y representación volvía a su querida tertulia gitana en el Sacromonte, en la que participaron poetas, músicos, dramaturgos y simples flamencos del barrio pero con cientos de años de cultura popular a sus espaldas.

Lorca, siempre Lorca

En 1983 Mario Maya cambia el Sacromonte por Sevilla. Allí le ofrecen más estabilidad empresarial y más cercanía a la Consejería de Cultura con la que entablará un largo período de colaboración. Junto al Guadalquivir crea su propia compañía de flamenco, en la que siempre aparecía la palabra teatro, y con ella realiza montajes importantes como 'Amargo', basado en textos de Lorca, estrenado en julio de 1984. Este trabajo gustó tanto que hubo de repetir casi media docena de nuevas versiones, la más reciente para el Palacio de Carlos V. Por supuesto Maya no se olvidó de Falla y realizó una versión algo revolucionaria y rompedora de 'El amor brujo', por encargo del Teatro Fenice de Venecia, estrenada en 1987 y repuesta en la Expo de Sevilla en 1992. De aquellos años ochenta, fue especialmente conmovedor su espectáculo 'Tiempo, amor y muerte'. Más división de opiniones generó su 'Carmen Carmen', sobre el texto de Antonio Gala, de 1989. Luego siguieron 'Tres movimientos flamencos', de 1990, que pudo verse hasta en Nueva York y varios espectáculos más. En 1994 la Consejería de Cultura lo nombró director artístico del Programa para la Danza y de entonces son espectáculos como 'Réquiem flamenco para el fin del milenio', 'Los flamencos cantan y bailan a Lorca', o 'Andalucía, el flamenco y la humanidad'. Su último montaje, 'Mujeres', ha recorrido toda Andalucía.

ANDRÉS MOLINARI

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