jueves, 26 de febrero de 2009

El filósofo francés Didi-Huberman ensalza al ´dios que baila´

UN ESPERADO ACONTECIMIENTO DE LA TEMPORADA DE DANZA
Que un filósofo dedique un libro a describir filosóficamente el arte de un bailaor de flamenco es un hecho bastante excepcional. Pero es que Israel Galván también lo es, como deja claro Georges Didi-Huberman en El bailaor de las soledades,publicado recientemente en España por la editorial Pre-Textos. El filósofo e historiador del arte francés, autor de varios libros sobre la historia y la teoría de las imágenes, descubrió a Galván en su espectáculo Arena,y tuvo "la impresión - nietzscheana-de ver a un dios que baila, ora bestial, ora espiritual, ora fulminante, ora acariciador, al tiempo". Nietzsche es una de las principales referencias a las que recurre Didi-Huberman para analizar el arte de Galván, pero usa muchas otras: Bataille, Deleuze, san Juan de la Cruz, Beckett, la teoría del montaje de Einsenstein o las reflexiones sobre el toreo de Bergamín. Según él, Galván inventa una "nueva estética" o una "nueva forma de grandeza en el mundo del baile flamenco y, sin la menor duda, en el mundo del arte contemporáneo en general; como Belmonte hizo antaño en el arte del toreo". Una nueva estética hecha de "humildad, laconismo y temeridad inocente", que "nace de interpretar la técnica tradicional del baile flamenco y no de las formas de la danza llamada contemporánea". ...
Como un explorador
El bailaor retoma la herencia de Vicente Escudero, siempre pegado a la vanguardia
Israel Galván es uno de esos milagros que se dan sólo muy de tanto en tanto en el mundo del flamenco. Como Belmonte en el caso del arte del toreo o Picasso en el de la pintura, nadie había bailado así antes. "Es un cuerpo libre", opina el poeta y gran estudioso del flamenco José Luis Ortiz Nuevo, para quien la genialidad del sevillano es haber hecho de la querencia por el riesgo la divisa de su arte. "¿A ver, si no, quién es el guapo que se atreve a aparecer con tetas postizas y bailar sobre Israel una tarima móvil?", se pregunta. Una actitud radical, siempre pegado a la vanguardia, que lo convierte en una suerte de bisnieto del gran Vicente Escudero, el bailaor cubista, tan admirado por su amigo Miró, arropado durante su etapa final en Barcelona por las gentes de Dau al Set, quien allá por los años 30 puso de rodillas a la crítica neoyorquina bailando sobre el rugido de unos motores. "Concibió incluso la idea de bailar sin música, algo intrínseco al flamenco, la música es el cuerpo del bailaor, y lo hizo treinta años antes de que Merce Cunningham protagonizara la gran revolución de bailar el silencio", recuerda el artista Pedro G. Romero, su compinche creativo, sin el cual no se acaba de entender el fenómeno Israel Galván. ...

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