jueves, 26 de febrero de 2009

EL DALÍ DEL BAILE FLAMENCO

El bailarín Israel Galván presenta su espectáculo inspirado en el Apocalipsis

Israel Galván, en su montaje, travestido en la ramera de la Babilonia del Apocalipsis

El montaje incluye música flamenca, contemporánea y heavy metal. Galván busca "la libertad total de movimientos, pero sin perder nunca mi energía flamenca"

Se ha dicho que el suyo es un flamenco cubista, pero también cabe calificarlo de surrealista y más concretamente de daliniano. No en vano Dalí es uno de los pintores que más admira y que más le han inspirado: en su anterior espectáculo, Arena,montó una coreografía sobre El torero al · lucinogen y el artista Pedro G. Romero, su más estrecho colaborador, está seguro de que "conoce los secretos del método paranoicocrítico".

Israel Galván es mucho menos conocido del gran público que Farruquito, Rafael Amargo o Joaquín Cortés, pero para los amantes del flamenco con cierta apertura de miras es, sin duda, el más singular y el más genial bailaor de la actualidad, el más genuino y el más moderno a la vez, o "el más viejo de los bailaores jóvenes", como dijo de él Enrique Morente.

Por ello, su regreso al Mercat de les Flors - donde causó una honda impresión con Arena hace dos años-es uno de los acontecimientos más esperados de la temporada dancística. Desde hoy hasta el domingo presenta su última creación, El final de este estado de cosas-Redux,inspirada en el libro del Apocalipsis. "Mi familia es muy religiosa y yo me sé citas de ese texto desde niño. Pero este espectáculo nació también de algunas experiencias de mi vida, como la de tener que bailar en varios países musulmanes renunciando a mi nombre para no tener problemas o la de recibir un vídeo de una alumna mía libanesa en el que bailaba lo que yo le enseñé al ritmo de los bombardeos a los que Israel sometió a su país en el 2006".

Ese vídeo es uno de los elementos de la versión redux (reducida), tras una inicial más larga, de El final de este estado de cosas,donde Galván, como siempre, baila solo - con el acompañamiento de un grupo flamenco (dos cantaores, guitarra, palmas y percusión), un trío de heavy metal (Orthodox), un dúo de música contemporánea (percusiones y saxos) y una violinista-."Yo entiendo el flamenco como un acto individual, íntimo. Cuando veo una coreografía flamenca pienso en que no deja de ser una adaptación de las de Broadway. Pero en realidad no suelo bailar solo, hago dúos con objetos - en este montaje con una plataforma móvil, un tambor o un ataúd-,con los que me siento más cómodo que con otras personas".

Aunque se puede convenir que Galván ha sometido el baile flamenco a una revolución vanguardista o contemporánea, él puntualiza que lo ha hecho desde dentro del propio género. "Mis padres son bailaores, así que yo viví el flamenco desde niño. No soy el primero que hago movimientos diferentes, que se salen de la norma. También los hicieron Vicente Escudero o Carmen Amaya. Y en mi cuerpo hay también rastros de Mario Maya o Farruco. Yo busco una libertad total de movimientos, pero sin perder nunca mi energía flamenca. He creado mi propio lenguaje, pero siempre a partir del flamenco. Me encierro en mí mismo, busco lo desconocido en mi cuerpo y ahora, con 35 años, me veo ya cerca de la vejez como bailaor y me empiezo a sentir por instantes como un espíritu, un fantasma que baila".

Así, el homenaje al butho que realiza al inicio de El final de... es también puro flamenco y homenaje asimismo a los viejos bailaores. "Estuve unos días en Japón, en la academia del centenario Kazuo Ono. Al verle levantar los brazos me pareció estar viendo bailar al viejo Enrique el Cojo,que fue un gran bailaor sevillano de cuerpo deforme. No en vano Ono empezó a bailar al ver a la legendaria bailaora la Argentina,a la que sólo 50 años después se atrevió a dedicar un espectáculo".

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