Concha es de los pocos extranjeros que logró entrar en el país tras el ciclón
Es, además, una de las primeras en sacar de Birmania material gráfico
Colabora desde hace años en una organización de apoyo a la resistencia pacífica
Concha Pinós se encontraba en Birmania el pasado 4 de mayo y padeció en su cuerpo el desastre del ciclón 'Nargis' en una de las zonas más afectadas, aunque no en el epicentro: "No lo tengo digerido", admite.
La española es miembro de "Birmania por la paz", una campaña internacional, presente en 64 países, que busca concienciar al mundo de la crítica situación política y humanitaria que sufre desde hace años este país del sudeste asiático.
El paso del ciclón 'Nargis' por Birmania, que ha causado la muerte de al menos 150.000 personas y ha devastado el país asiático, ha mostrado al mundo la trágica situación de un país pobre y sin libertades. Hace tiempo que en la zona se trabaja por derrocar la dictadura y devolver los derechos a los ciudadanos.
Al hablar de aquel terrible momento, el discurso de la española se llena de silencios por el profundo dolor que le produce recordar lo que vivió: los campos sembrados de cuerpos, el ruido del viento contra los plásticos, los árboles arrancados, las casas del revés..."era como un mundo de juguete", relata.
"Cuando lo cuento es como si volviera a vivirlo, me ha marcado totalmente y ahora mi compromiso es mayor con los birmanos", afirma una emocionada Concha.
Tras el trágico día, Concha, lejos de marcharse de Birmania, consiguió llegar a una de las zonas devastadas en el delta del Irrawaddy. Se convertía así en uno de los pocos extranjeros que conseguía entrar en el país y, lo que es más importante, una de las primeras personas en sacar material gráfico del desastre.
Los riesgos y peligros a los que se tiene que enfrentar Concha no son sólo algo propio de este desastre sino una situación más que habitual por las condiciones dictatoriales en las que está sumido el país.
Gracias a la ayuda de los miembros de la resistencia no violenta, bordeó la frontera durante tres días, entrando y saliendo de Birmania para burlar controles y, sobre todo, evitar a las violentas guerrillas que apoyan al dictador. Sus desplazamientos fueron en todoterreno, pero también a pie, atravesando selvas en caminatas que se prolongaban hasta cinco horas.
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