viernes, 13 de marzo de 2009

CONCIERTO DE MORENTE EN MÁLAGA

Un Morente, dos artistas.

El 'Ronco del Albaicín' funde el flamenco más puro y el más transgresor en su homenaje a Picasso en el Cervantes . Es la magia de Enrique Morente: son dos artistas en uno. Capaz de arrancarse por la más pura soleá y capaz, minutos después, de sumar su voz a un repique de batería. Así es el 'Ronco del Albaicín' y así fue anoche en el teatro Cervantes en su particular homenaje a Picasso. Acompañado de toda su familia -abajo y arriba del escenario, donde contó con la colaboración de su hijo pequeño, José E. Morente, a las palmas y al cante-, Morente rindió tributo a las raíces flamencas y a los «recuerdos malagueños» del pintor. Puntual, como prometió en la víspera, salió a las tablas el Morente más clásico. Bajo un foco de luz y con todos los artistas del espectáculo en círculo (dos guitarristas, un percusionista y cuatro hombres a las palmas), empezó la fiesta con un martinete. Después, en un escenario transformado en tablao, le siguieron alegrías, bulerías y granaínas, donde dio lecciones de maestro en el dominio del cante. Ya se echaba en falta a Picasso cuando apareció en escena Ernesto Jiménez 'Eric', el batería de Los Planetas y Lagartija Nick. Era el turno de 'Pablo de Málaga', el último y atrevido disco del granadino en el que pone música a los poemas del pintor. Tensión y fuerza Con 'Guern-Irak' se abría la veda del Morente más transgresor, un tema que llevó al directo con la tensión y la fuerza que transmite su letra, en un grito contra la barbarie de todos los tiempos. Hubo percusión, potencia de voz y el taconeo de dos bailaores (integrados en el cuadro que tocaba las palmas) que elevaron la intensidad de la composición. El patio de butacas respondió con olés y vítores a Málaga y a su genio más universal. La batería volvería más tarde al escenario para acompañar con sus redobles el baile de los artistas, en un nuevo alarde de innovación del granadino. Morente rememoró los orígenes de Picasso con 'Autorretrato', para después acordarse de quien le ha «ayudado tanto» en la creación del disco, Rafael Inglada, que seguía el espectáculo entre el público. Y fue la única ocasión en que habló a la audiencia durante su recital, a la que dirigía gestos de agradecimiento. En honor de Inglada, cantó 'Tientos griegos', donde musicaliza un poema del experto en el pintor. Un remate por tango, soleás... y fin de fiesta por bulerías. Terminó como empezó. De nuevo, todos los artistas en círculo bailaron, cantaron y, en definitiva, demostraron cómo disfrutan de su arte. Pero no acabó ahí. Los largos aplausos y el público en pie animaron al maestro a volver al escenario para regalar a sus fieles el 'Aleluya' de su aclamado 'Omega', el disco de flamenco-rock que gestó hace una década con Lagartija Nick y que le granjeó la fidelidad de los jóvenes. Muchos estaban ayer sentados en el Cervantes.

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